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agosto 30, 2011

Sobre la obra “La última región” de Eugenia Calvo por Lara Marmor

Sobre la obra “La última región” de Eugenia Calvo

Lara Marmor

El 25 de julio la agencia de fletes “El rosario” recibió una llamada para hacer una encomienda a Buenos Aires. La clienta no se tomó cinco minutos, sino diez para explicar el contenido de las cajas. También detalló con entusiasmo la cantidad y el tamaño de las placas y vigas que se sumaban al traslado. Mirta, la telefonista de la empresa acordó el valor del viaje y la fecha de entrega. La clienta le dio la dirección, Alsina 673, Capital Federal.

La joven viajó a Buenos Aires. Antes de comenzar su tarea compró una lata de pintura color verde cítrico. Con vincha y ropa de fajina pintó una pared y las placas de plástico dispuestas en el piso. De este modo, delimitó un rectángulo dentro de la sala. Luego de tres días de montaje el resultado estaba a la vista. Contra la pared y el piso pintado había apoyado decenas de patas de todo tipo: patas de mesas, sillas y camas, palos y vigas. Todas ellas relacionados a la familia del garrote. Eugenia Calvo (Rosario, 1976) desplegó metódica y rítmicamente las piezas. Como una decomisación de armas la composición se llamó “La última región”.

Eugenia Calvo fue invitada por el Fondo Nacional de las Artes para realizar una exposición en la sala de su subsuelo, que desde 2009 se encuentra destinada a producciones site-specific, es decir, propuestas realizadas para el lugar. Para ello, la institución otorga a cada artista o colectivo invitado entre $1000 y $1500.

Muestrario de garrotes o cachiporras

Al bajar las escaleras el visitante se encuentra con un muestrario de palos, cachiporras, trancas y garrotes. Lo mira y acosado por el silencio y la oscuridad de la sala, observa paranoico hacia arriba y a los costados. Luego aparece la incertidumbre sobre el origen y al destino de los objetos. Desde obras anteriores como “El método tradicional” (2007), donde el primerísimo plano de la toma fotográfica transformaba al puré de papas en tormenta sobre el paisaje de una vajilla inglesa, hasta su más reciente propuesta, “La última región”, Eugenia Calvo juega con el desvío de la funcionalidad original del objeto: el plato servido en un almuerzo familiar se transforma en cuadro o una pata de cama en arma. La dislocación es tan sugestiva que no puede ser indiferente porque siempre destila una sensación amenazante.

Mientras que la serie fotográfica “Entusiasmo y generosidad” de 2007 retrata interiores domésticos con escombros de tierra o piedras, las fotos de “Weekend” de 2008 registran casas de veraneo, que por la perspectiva de la toma, aparentan estar tapadas hasta el techo por arena o arbustos como si una eternidad hubiese pasado desde la última vez que fueron habitadas. Desde adentro o por fuera, la artista construye la perspectiva de un sobreviviente. Sus proyectos, resultado de meses de elaboración, siempre hacen aumentar las pulsaciones, insisten una y otra vez en situar al público frente a escenas que exudan tensión. El derrotero de acciones con objetos atormentados o que atormentan tiene larga vida.

Como en stand by, en los trabajos de la artista se percibe la presencia de un tiempo suspendido. La serie fotográfica “Alarmas” de 2010 presenta diversos ambientes domésticos que advierten un desenlace violento. Como el tiempo no puede detenerse, la obra plantea la inevitabilidad del desastre: una alta e inestable pila de tazas se alza tras una puerta entreabierta; las astas de un ventilador apagado sostienen en la habitación desierta copas con vino blanco y una fuente de fideos reposa expectante apoyada sobre servilletas anudadas y atadas al picaporte de una puerta. “La última región” invita al espectador a tomarse un tiempo, es imposible ignorar que la morfología de cada uno de los objetos puede atraerlo para sublimar su ira en un acto de violencia, aunque también puede convocarlo, si su espíritu es más optimista, a emprender una tarea constructiva que promete ser casi imposible por la ausencia de otros elementos.

La acumulación como trabajo

Formada en la Facultad de Humanidad de la Universidad Nacional de Rosario, la artista trabaja a partir de diversos medios: la foto, el video, las instalaciones y las performances. Ella es parte de la comunidad artística de una provincia que hoy se mantiene vital, en parte, por el funcionamiento del Museo de Arte Contemporáneo (MACRO) y gracias a proyectos autogestionados por artistas y teóricos del arte, dedicados al desarrollo de producción de obra, la investigación y la difusión del arte contemporáneo, como el espacio Roberto Vanguardia fundado en 2004 por Calvo junto a Lila Siegrist, Mauro Guzman, Sebastián Pincirolli y Nancy Rojas o la residencia de artistas el Levante, que funcionó entre 2003 y 2008. “La última región” testifica que Rosario sigue funcionando como usina en el campo de las artes visuales junto a obras como “El asesino de tu herencia” de Adrián Villar Rojas en la última Bienal de Venecia y el primer premio Petrobrás “Autorretrato sobre mi muerte”, de Carlos Herrera.

En este contexto, la joven artista trabaja en su taller, más parecido a un desarmadero que al clásico “atelier” del artiste bohème. Al trabajo material: la elección de las piezas, su traslado y los juegos de asociación, se suma el inmaterial: imaginar antes de dormir, pensar mientras se toma la sopa o escribir durante el viaje en micro. En una coyuntura donde el trabajo del artista no es reconocido como tal, deja de ser un dato anecdótico, -aunque magro- el reconocimiento monetario por parte del Fondo Nacional de las Artes.

Bajo amenaza

Quien visita “La última región”, no puede ignorar que el sótano se transformó en un lugar inquietante. Allí los objetos de madera resaltan sobre el piso y la pared vestida de verde vibrante. El color aísla el conjunto de la arquitectura y enuncia la premisa que determina que se trata de ficción. El diálogo entre el verde-contenedor y el marrón-madera encuentra de este modo, profundos lazos de contacto con la acumulación de muebles y objetos teñidos de verde y azul que la artista presentó en 2009 bajo el título “Las fuerzas predominantes”. La relación del color con el ambiente y sus efectos sobre la percepción abarca un generoso espectro dentro del arte moderno y contemporáneo, desde el cuadro “L´ Atelier” (1911), donde Matisse reprodujo según su percepción la imagen de su taller, pasando por los trabajos del vanguardista constructivo Raúl Lozza, los ensayos sensoriales de Helio Oiticica, hasta llegar a las experimentaciones actuales de artistas tan diversos como Liam Gillick o Karina Peisajovich.

En contraste a la oscuridad de la sala, la iluminación focalizada en la acumulación de piezas presenta a la composición como espacio escenográfico. Algunos quieren tomar un garrote pero no pueden. Se trata de una provocación, el garrote como arma, como herramienta de una acción de sabotaje o vandalismo nos recuerda aunque distanciado por una diferencia cuantitativa al palo que la artista Luciana Lamothe apoyó junto al vidrio de entrada de la galería Ruth Benzacar en su última muestra Función.

Inventariando

Custodiada por los hombres de seguridad del edificio, la instalación del subsuelo como estrato de una excavación arqueológica, se ocupa de revelar la historia de un contexto. Esta obra como las anteriores, trabaja con objetos y cosas que circulan en el mundo para darles un nuevo significado. La pasión por acumular y transformar el destino de los elementos ha sido objeto de cuentos y novelas; inquietó a filósofos y teóricos del arte. Músicos como Pierre Schaeffer y bailarines como los Stomp hacen vibrar con palos de escoba o vasitos descartables hasta al oído más exquisito. El juego de dislocación de la función original arrancó a inicios de la década con los ready mades duchampeanos y las obras, hoy tan recurrentes, pensadas como acumulación, inventario, colección o archivo tampoco son novedad.

Ya en los años 20´ en Manhattan, el por aquel entonces ignoto Joseph Cornell buscaba pajaritos chinos, botellas y canicas de colores, con ellos años después haría sus maravillosas cajas de arte. En las siguientes décadas, artistas de todas las latitudes juntaron cualquier tipo de cosas para torcer su destino. En los 90´ se intensificó la operatoria del inventario -caótico o reglado- y artistas como Portia Munson o Karsten Boat llegaron a reunir para sus instalaciones cientos y cientos de objetos. Pero hubo que esperar la llegada del nuevo milenio para que estas prácticas se multipliquen por el mundo. En 1999 la exposición Deep Storage, curada por Ingrid Schaffner, agruparía por primera vez este tipo de prácticas conceptuales y del neo-conceptualismo. Didi Huberman hacia fines del año pasado en el Museo Reina Sofía bajo la curaduría de ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? le daría una vuelta de tuerca al asunto.

Todos los caminos conducen a Roma

Hoy, los artistas instalacionistas en el contexto local que trabajan con objetos son innumerables. Ellos revelan el mundo que habitan con objetos personales, materiales de trabajo, basura o ropa. Sus propuestas discurren por diferentes caminos, haciéndose preguntas respecto al modo en que se construye el azar, sobre la retórica del consumo o bien cuestionan mecanismos taxonómicos. Abren los canales con el fin de intervenir en los archivos de la cultura desde perspectivas y motores de búsquedas heterogéneos. Es por eso que la originalidad no es la medida para evaluar estas prácticas, cuya presencia aún sigue siendo pulsante.

Algunas obras de la artista rosarina son como un truco de magia, otras revelan la escena del crimen, nos acercan fragmentos de un sistema que se cae a pedazos, son una trampa, una fosa arqueológica o simplemente la escenificación del antes o después de la escena del pecado. Mientras los garrotes de “La última región” trinan sigilosos, como lo hacen las cosas durante las noches hogareñas, esperan inquietos ser capturados antes de volver a casa por la ruta 9. Sueñan con unirse a una barricada o una rebelión como lo hicieron con espadas y garrotes para defender el antiguo Imperio Romano los hombres de la novena legión de Bretaña, mejor conocida como la “última legión”.

Eugenia Calvo
FNA - Fondo Nacional de las Artes
Alsina 673, Buenos Aires - Argentina
www.fnartes.gov.ar
2 al 31 de agosto

Posted by Gilberto Vieira at 2:38 PM

agosto 26, 2011

Plano de falla por Lara Marmor

Lara Marmor

Zaccagnini[1].jpg

Según el Diccionario geológico una falla es la ruptura de una superficie en bloques. Existen fallas de pocos decímetros y otras de miles de metros. El plano de falla es el espacio entre los bloques de piedra. Carla Zaccagnini reorganiza superficies y, como Panda, la divinidad griega que abre caminos, genera relámpagos entre los signos. Con economía de recursos y voluntad desarticuladora, la artista busca lo que subyace en la lengua y en la forma. Sutil y sintética, recolecta piezas y las reordena con el fin de corromper los significados originales conocidos. Propone, a través de juegos guiados por reglas de supresión y corte, otras maneras de ubicarnos y entender el mundo.

Zaccagnini nació en Buenos Aires y desde pequeña vive en San Pablo. Ha residido en lugares tan distantes y disímiles como Finlandia y Cuba, Escocia o Canadá. Mientras sus piezas se amoldan a esta forma diaspórica de habitar el mundo, hoy es el turno de trabajar en Buenos Aires con sus carteles, guías y edificios. Como un work in progress de bolsillo, la artista presenta la primera de las cuatro obras de “Plano de falla”: un grupo de etiquetas de cerveza plegadas como cajitas de Marlboro donde cada frunce busca inquieto una palabra hasta entonces ignorada.

Reclasificados es un conjunto de collages armados a partir del recorte de avisos de la guía de servicios de la ciudad. Cada uno reúne clasificados asociados a disciplinas y categorías que no obedecen a la lógica comercial: la geografía, la biología y el arte son algunas de las entradas que Zaccagnini inventa. El trabajo ofrece una nueva topografía urbana basada en las formas que históricamente se ocupan de orientar al sujeto en el espacio. En tercer lugar, la artista deposita un piloncito de stickers negros junto a una pared donde figuran los nombres de las calles próximas a la galería y las instrucciones del juego: al pegar las calcomanías sobre algunas de las letras de los carteles, se crean nuevas palabras y se logra así, a partir de un recurso lúdico y mínimo, una completa desorientación en el espacio público.

Por último, y siguiendo la relación entre lo visible e invisible, mediante un juego óptico de espejos, Zaccagnini con pulso anárquico borra el Congreso y lo reemplaza por una zona liberada de cielo y tierra. Este gesto evoca obras de Van Eyck, Dalí o Duchamp, que a partir del uso del espejo recorrieron la tensión, todavía latente, entre realidad y virtualidad. La falla podría entonces pensarse como esa hendidura profunda que subyace o amenaza con aparecer y alterar el orden conocido. Es el pliegue que cambia la forma de ver. Plano de falla sería así la trama de signos mutilados e imágenes que emergen.


Texto sobre la muestra de Carla Zaccagnini en la Galería Ignacio Liprandi.

Posted by Marília Sales at 5:37 PM

A los noventa años, León Ferrari sigue adelante con su vigorosa e infatigable deconstrucción de los discursos del poder por Lara Marmor

A los noventa años, León Ferrari sigue adelante con su vigorosa e infatigable deconstrucción de los discursos del poder

Lara Marmor

¿Esto es utilería para la película de catástrofe de un desorientado director con conciencia social en Hollywood? Otras Bestias se presenta en el Palais de Glace a seis años y doscientos metros de León Ferrari. Retrospectiva. Obras 1954-2004, que tuvo lugar en el Centro Cultura Recoleta. Proyecto que en su momento recibió duras críticas de la Iglesia, que consideraba a sus obras una blasfemia, agitó el debate sobre el rol del Estado y la independencia de las instituciones e impulsó la controvertida discusión sobre la relación entre arte y política. “Una aspirina para el Cardenal”, comenta un guardia de sala: la retrospectiva fue visitada por setenta mil personas. “Un blister”, retruca el responsable de seguridad: se escribieron alrededor de mil artículos. Y como no hay mal que por bien no venga, en 2007 Ferrari fue reconocido con el León de Oro en la Bienal de Venecia.

Los gorilas, cucarachas y aves que gobiernan la jungla del Palais son parte de un derrotero de sesenta años de producción que, a partir de distintas estrategias visuales, se ocupa de cuestionar los imperativos éticos transmitidos por la Iglesia o el Estado en Occidente. Las obras tienen por protagonistas a monjas sexys, Cristos, Hitler, Bush, Videla, Miguel Ángel y la virgen María. Algunos Papas, otros santos y por supuesto ¡el diablo! Los materiales elegidos con poco decoro son baratijas, animales –a veces vivos–, chascos o cotillón. Otras Bestias se inaugura después de la primera exposición Nac & Pop en el mismo sitio, bajo la coyuntura de un gobierno que da batalla a varios de los sectores cuyos actores Ferrari estigmatiza. Si hoy parte de la ciudadanía percibe cambios políticos positivos, el trabajo de Ferrari es parte de este largo proceso.

Con la obra Civilización occidental y cristiana, de 1965, el artista buscó hacer visible el modo en que en nombre de la “civilización” se cometieron y cometen crímenes contra la humanidad. Este ensamblaje es el punto de partida de trabajos como Última cena (00) o del batallón de aviones de guerra con plumas de colores que rondan la antesala al Infierno. El curador Fernando Brizuela retoma el eje curatorial de Museo Salvaje (CCEBA, 08) en este gabinete de bestias donde indaga la relación de la especie animal con la ciencia y la ficción. Otras Bestias resignifica la victoria de un imbatible, que prepara bestias contra bestias. Invitados a trabajar en la sala llamada “Nuevas experiencias”, Ferrari y Brizuela advierten el desgarramiento de los límites entre prácticas y géneros, una de las características más fuertes y desafiantes del arte contemporáneo.

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Otras bestias, en el Palais de Glace, Posadas 1725. Hasta el 25 de mayo.

Posted by Marília Sales at 5:03 PM

agosto 8, 2011

Sobre a louca da razão por Gilberto Vieira

Sobre a louca da razão

Gilberto Vieira
Especial para o Canal Contemporâneo

René Descartes chegou ao Brasil inundado de seu pensamento cartesiano sobre a razão, a condição humana, o funcionamento das coisas do mundo. Vestido da roupa batava que lhe garantia poder e estranhamento europeu, desvendou o que pode com olhos de peixe. Nas singelas observações sobre as coisas do trópico, ele pirou.

Esse René Descartes, de Paulo Leminski (1944-1989), é o tema da nova obra cinematográfica de Cao Guimarães (1965) - Ex isto. Pouco interessado no cinema hermético (a sala escura, a película), Cao, ainda assim, aceitou a encomenda do Itaú Cultural e partiu em busca do que pudesse dizer sobre o emblemático poeta brasileiro que viveu e criou na efervescência nacional dos anos 1970. Leu com a calma e o cuidado necessários, O Catatau (1975). Poema-prosa que afronta a razão pura, a soberania e imponência filosófica do branco europeu, a obra se presta a divagar sobre a possível visita de René Descartes (1596-1650), o pai da filosofia moderna, ao Brasil.

O resultado de Cao é um emaranhado linear de descobertas e impossibilidades das teorias desse Descartes. No primeiro grande momento (ilhado no rio Araguari, no Amapá), o herói se presta a desvendar a imensidão natural dos trópicos, o calor, o suor, a mata. Já no contato com a terra, entre lentes de lunetas e closes de fenômenos naturais e bizarros da natureza, Descartes vê desmantelar o pensamento.

EX_ISTO_Descartes na Mata_AtorJoão Miguel_Foto Divulgação.jpg

Quando chega ao Recife contemporâneo, na feira ou na praça do centro, entre animais sendo abatidos, sujeira, gritos, corpos seminus, música, dança, ele se prostra diante de manequins de loja que talvez lhe parecessem mais afins. Esse é o lugar do desvario. E como um desesperado (ainda contido sob seu véu racional) Descartes ensaia um regueton junto de uma dançarina animada. Sinto o cheiro do mercado, do peixe, dos corpos. Só pensando, não dá pra chegar lá.

Sem acertismos cinematográficos, Cao faz Descates pousar-planar na Brasília-moderna-racional. Nem assim seu personagem atônito e observador é capaz de fazer qualquer aproximação com seus estudos analíticos, seu sistema de coordenadas. Estourada a luz do concreto brasiliense diante de seus olhos, Descartes cega. Ver é uma fábula.

Como quem se despe da razão, o anti-empirista aporta, por fim, nu – como foi posto no mundo por um deus-mentira - numa praia paradisíaca. É o momento ápice do enlouquecimento da razão.

Como admitir tal desvario no Brasil pós-tropicalista, quando as bases do pensamento contemporâneo são tão diversas? Se só resta o declínio ao ocidente, me pergunto onde vamos parar nesse momento da nova iconoclastia - onde os ícones são tão venerados, tão descartáveis e tão renegados. Ao mesmo tempo, agora, posso juntar o século XVI ao XX numa anti-narrativa visual do mundo digital. Uma pergunta: Quem pôs a luz no cu do vagalume??

EX_ISTO_Descartes na Praia_AtorJoão Miguel_Foto Divulgação.jpg

* Os trechos em itálico são extratos de Catatau, de Paulo Leminski.

Serviço
ICONOCLÁSSICOS
Ex Isto
Paulo Leminski por Cao Guimarães 86 min., 2010.
Em cartaz no Espaço Unibanco de 12 de agosto a 8 de setembro em Curitiba, São Paulo, Porto Alegre, Rio de Janeiro e Salvador e de 19 de agosto a 8 de setembro em Santos e Fortaleza.

Posted by Gilberto Vieira at 2:58 PM | Comentários (1)